Gloria Martínez era una típica adolescente española de los 90. Su vida transcurría sin sobresaltos entre sus estudios, su familia y sus amigas. Las cosas, sin embargo, empezaron a cambiar a los catorce años. A esa edad Gloria comenzó a tener problemas de insomnio. Esto, como es obvio, afectó a sus nervios, lo que a la larga desencadenó en una preocupante anorexia. Sin embargo, todo esto no estaba afectando al rendimiento académico de la joven, que continuaba obteniendo excelentes notas, pero había llevado a que Gloria sufriera algunos brotes psicóticos aislados que alertaron a sus padres.
La psiquiatra María Victoria Soler había comenzado a tratar a Gloria en su clínica de Alicante, no lejos del barrio de Florida de Portazgo donde vivía la joven con su familia. Tras dos años de tratamiento, la doctora había dado el alta a Gloria, que parecía encontrarse mejor. Pero desafortunadamente, las cosas no iban a ser tan sencillas para la joven, que pronto volvería a sufrir de insomnio. La doctora Soler ofreció entonces la posibilidad de probar con terapias grupales, pero Gloria lo rechazó sin dudarlo.
Un episodio ocurrido tras esta recaída preocupó sobremanera a la familia de la joven: tras cuatro días sin dormir, sus padres le dieron un calmante. Por la noche, y para que tuviera unos momentos de diversión que la hicieran olvidar sus problemas, el padre la dejó en una discoteca de Alicante con la seria advertencia de que no probara el alcohol por miedo a una mala reacción con la pastillas. Gloria no hizo caso, bebió alcohol y lo que se temían sucedió. Tras el mareo la menor apareció en la playa de El Postiguet, siendo recogida allí por una patrulla del 091.
Fue entonces cuando la psiquiatra recomendó a los padres internar a Gloria en la clínica Torres de San Luis, en Alfaz del Pi, una localidad cercana a Alicante. El centro, que contaba con bungalows, piscina, zonas deportivas y jardines, estaba pensado para que pacientes adinerados curaran su estrés, hicieran reposo y trataran otras patologías no severas. La idea en principio no sedujo a la familia de la menor, que además no podía permitirse el lujo de pagar el millón de pesetas (6,000€) mensuales a los que ascendía internar allí a Gloria. La doctora Soler trató de convencerles haciendo una rebaja en los precios, pues precisamente ella era la principal accionista de la clínica, y finalmente los padres accedieron a que la joven tratara de recuperarse de sus problemas en un entorno más relajado y propicio. Pronto lamentarían esta decisión para el resto de sus vidas...
La mañana del 24 de octubre de 1992 fue la elegida para que Gloria Martínez ingresara en la clínica Torres de San Luis, una clínica que no pasaba por sus mejores momentos económicamente y de la que ella sería la única paciente en esos momentos. Esto no preocupó a su familia, que se fiaba de la doctora, no obstante, antes de irse, Isabel, la madre de la joven, pidió pasar esa primera noche con ella, pero se le negó porque contravenía la política de la clínica. A partir de entonces sólo podemos conocer los hechos por las declaraciones de los empleados.
Según la doctora Soler “Gloria estaba tranquila al llegar a la clínica, se despidió de sus padres y cuando estos se marcharon empezó a delirar y entonces le inyecté medicación, que no le hizo efecto”. La dosis entonces fue aumentada y la doctora ordenó que se reprodujera cada seis horas. También ordenó que se atara a la menor a la cama.
Así pasó Gloria Martínez sus primeras horas en la clínica, hasta que a media tarde las enfermeras la llevaron a la cafetería para hacerla comer algo. La menor seguía muy aturdida por la medicación y apenas probó bocado, pero dejó tras ella una inquietante nota escrita con mano insegura y temblorosa: “Me da miedo pensar que estoy muriendo y la única luz está cerca de mi. Dios mío.”
Para asegurarse de que Gloria pasaba la noche tranquila, se le inyectaron cuatro dosis de 75 mg de unos potentes sedantes: Haroperidol, Lagartil y Sinogal. La joven permaneció en calma hasta que a la 1:30 de la madrugada sufrió un nuevo brote. Desde aquí todo se iba a precipitar hasta un espeluznante desenlace que sigue abierto y sin resolver hasta nuestros días.
Según testimonio de la enfermera que cuidaba de Gloria Martínez, esta le pidió ser desatada para poder ir al servicio. Fue entonces cuando se zafó de ella, saltó por la ventana de su habitación, que era un primer piso, y después trepó el muro de la clínica huyendo para no ser vista jamás. A pesar de que todo esto ocurrió de madrugada, se esperó hasta las 8 de la mañana para dar el aviso a la policía y a la familia de Gloria.
Hasta aquí parece que la joven, no pudiendo soportar más lo que ella consideraba un cautiverio y en estado de shock, decidió huir de la clínica Torres de San Luis sin que nadie de los que allí había esa noche (un vigilante, una enfermera y el matrimonio de guardeses) pudiera impedírselo. Pero hay algunos detalles que convierten este caso en algo inaudito.
Para empezar, Gloria estaba fuertemente sedada desde hace horas, lo que hacía difícil que escapara con tanta facilidad, saltando además por una ventana y después un muro, cuya altura en el punto más bajo era de dos metros. Llama la atención también que supiera donde estaba ese punto más bajo del muro, cuando sólo llevaba en la clínica unas 15 horas y apenas había estado en su habitación y en la cafetería. Debemos tener en cuenta también que Gloria Martínez tenía una fuerte miopía, con 8 dioctrías en cada ojo, y se había dejado las gafas en la mesilla de su habitación en su huida. Esa noche además era luna nueva, por lo que la oscuridad era casi total. Por último, pero no menos importante, la joven se había escapado descalza.
Todas estas inconsistencias habían hecho que la familia no se creyera nada de la versión que defendía la clínica.
La Guardia Civil se hizo cargo de la investigación, llevando a cabo un amplio dispositivo de búsqueda en los bosques cercanos, drenando pozos y acequias y por supuesto, buscando testigos que hubieran visto a Gloria huir del lugar. En estas pesquisas algunos vecinos dijeron haber escuchado pasos aquella madrugada, incluso el trabajador de una gasolinera aseguró haber visto a una joven muy parecida a Gloria Martínez llamar por teléfono desde una cabina esa madrugada.
Desde el comienzo de su pesadilla, los padres hicieron todo lo posible para que la desaparición de Gloria no cayera en el olvido, sin embargo, y como ya ocurriera con El caso Macastre, la desaparición de las niñas de Alcaser y todo el estallido mediático que acompañó ese caso, hizo que el público fuera poco a poco arrinconando a Gloria.
Los que obviamente no se olvidaron del caso fueron los investigadores, que en marzo de 1993 llevaron a cabo una reconstrucción de los hechos con la participación de la prima de Gloria. Al año siguiente, en 1994, con la clínica ya cerrada definitivamente por problemas económicos, la Guardia Civil volvió a registrar de forma exhaustiva el complejo. Esta vez se vació la fosa séptica del edificio, lo que facilitó el hallazgo de una bolsa con pertenencias de Gloria Martínez, entre las que se encontraba su ropa interior y un cinturón. La explicación que dio la enfermera que cuidaba de la menor fue que al estar tan sedada, Gloria no controlaba bien su cuerpo y se orinó encima, lo que llevó a que se tuviera que cambiar de ropa interior y esa otra, manchada, fuera desechada.
Sin ningún avance se llegó al año 2.000 cuando el caso fue cerrado judicialmente. Agotada entonces la vía penal, la familia recurrió a la vía civil por daños y perjuicios. No fue, sin embargo, hasta 2008 cuando la Audiencia Provincial de Alicante condenó a la psiquiatra Maria Victoria Soler y a Zopito S.A.L. ,propietaria de la clínica Torres de San Luis, a indemnizar con 60.000€ a la familia de Gloria Martínez en concepto de daños morales. Posteriormente, y al considerar que el sufrimiento de la familia fue incluso mayor por la desaparición de lo que habría sido por la muerte de su hija, la justicia elevó la indemnización a 104.000€. También se condenó a la clínica por trabajar sin licencia de hospital psiquiátrico, ni siquiera de clínica, lo que significa que no tenía licencia para administrar los calmantes que se inyectaron a Gloria.
Como suele pasar en estos casos han sido muchos los avisos de avistamientos que se han dado de Gloria Martínez por toda la geografía española. Desafortunadamente ninguno a llevado a localizar a la joven ni a saber qué fue de ella. La Guardia Civil considera aún el caso como abierto.
Después de conocer todos los detalles del caso, muy probablemente una teoría se te pase por la cabeza: ¿y si Gloria jamás llegó a salir de la clínica? ¿y si la joven murió allí por una sobredosis o algún error médico y se deshicieron de su cadáver? Esta teoría es sin duda la favorita de muchos de los que han estudiado el caso, pero el problema fundamental es que no se ha encontrado ningún indicio de que esto ocurriera, ni siquiera la más mínima pista que ayude a apoyar esta hipótesis. Algunos trabajadores de la clínica llegaron a adherirse a esta teoría en una entrevista concedida a la revista Interviú en el año 1994, pero de nuevo si ninguna prueba que la apoyara.
Otras hipótesis hablan de secuestro, de una huida voluntaria...todas teorías imposibles de probar y que ahondan en el sufrimiento de la familia, que jamás se ha rendido y sigue reclamando justicia.
Es ahora momento para que me cuentes lo que piensas de este inquietante caso ¿crees en la versión oficial? ¿Cual de las teorías tiene más sentido para ti? ¿Podría Gloria Martínez estar viva aún? Déjame tus comentarios abajo.
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