Un silencio casi sagrado reinaba en el bosque aquel 18 de abril de 1943 mientras los cuatro niños avanzaban a hurtadillas procurando hacer el mínimo ruido posible. La posibilidad de que les pillaran colándose en la finca era escasa, pero toda precaución era poca. No pasó mucho hasta que hallaron el árbol perfecto: un viejo olmo de tronco ancho cuyas esqueléticas ramas apuntaban al cielo. Allí encontrarían los huevos que buscaban.
—Yo subiré —dijo Bob adelantándose. Los demás chicos no se opusieron. Eran valientes, pero el árbol no parecía muy agradable.
Bob trepó con agilidad mientras Robert y Fred se quedaron al pie del árbol esperando el botín. El pequeño Thomas Willetts vigilaba los alrededores.
Las manos de Bob se movían casi a ciegas dentro del tronco hasta que encontraron algo duro y redondo. Era su día de suerte, pensó el chico, pero no podía estar más equivocado. Intrigado por el tamaño, Bob metió su cabeza en el angosto hueco del árbol.
—¡Una calavera! —gritó Bob aún dentro del tronco.
Los demás chicos acudieron prestos a ayudar a su amigo.
—¡Déjanosla ver!
—Seguro que es de un mapache.
Robert y Fred consiguieron a duras penas asomarse y fue entonces cuando vieron el ondulado mechón de cabello que aún colgaba de la calavera.
Sin pensárselo dos veces los tres chicos salieron del árbol y recogiendo a Thomas, que no había podido asomarse, huyeron sin mirar atrás.

Al llegar a su pueblo, Hagley Hall, pequeña población del condado inglés de Worchestershire, trataron de recuperar el aliento y juraron no contar nada a sus padres. Si les pillaban colándose en aquella finca, sería el fin de sus aventuras.
La tarde transcurría tranquila en el hogar de los Willetts, excepto para Thomas. El pequeño no podía quitarse el cadáver de la cabeza, apenas había comido y cuando cerraba los ojos, un espectro sin rostro emergía de la oscuridad para aferrarle con sus manos esqueléticas. La presión de guardar el secreto y el pánico a que un cadáver sin rostro se lo llevase a su tumba en cuanto se quedara solo fueron más poderosos que el miedo a confesar y con voz temblorosa se lo contó todo a sus padres.
Poco tiempo después, la policía de Hagley Hall, se ponía en marcha, alertada por los padres y siguiendo las instrucciones de los cuatro chicos, encontraban el olmo convertido en tumba improvisada. Los investigadores hallaron un cadáver femenino casi completo introducido en el tronco seco, además de un anillo de bodas y un zapato. Introducido por la fuerza en su garganta, había restos de tafetán. Lo más prometedor para la policía era el hecho de que la calavera aún conservara aquel mechón de pelo que había espantado a los chicos y una peculiar dentadura. Para aumentar el misterio, una de las manos de la mujer se encontró separada del cuerpo y medio escondida a cierta distancia del olmo.
La oscuridad comenzaba a cubrir el bosque cercano a Hagley Hall. Para sacar los restos del tronco del árbol, era necesario un leñador, pero casi en la completa oscuridad del bosque, es imposible talar un árbol. Tocaba pues dictaminar quién se quedaría a vigilar el cadáver durante la noche. Tan dudoso honor recayó sobre uno de los soldados que acompañaban a la policía. Se hace complicado imaginar la escalofriante noche que tuvo que sufrir aquel pobre muchacho…
A la mañana siguiente James Webster, el forense, examinó los restos y se llevó las pruebas que habían recogido los investigadores. Días después tenía listo su informe: la mujer llevaba muerta 18 meses, había sido introducida en el tronco, probablemente por más de una persona, y recién muerta (antes de la aparición del rigor mortis). Salvo el estrangulamiento (que era la causa más probable de la muerte) no tenía ningún resto de enfermedad o de violencia. El Dr. Webster encontró indicios de que la mujer, de unos 35 años, había dado a luz al menos una vez y que poco más de un año antes de su asesinato se había extraído un diente.

Con estos datos la policía tenía esperanzas de resolver el extraño enigma, pero pronto se dieron de bruces con la realidad. Los investigadores descartaron rápido que la mujer fuera de la zona por varios motivos: no había denuncias por desaparición que concordaran con la fallecida y los restos personales encontrados en la escena apuntaban a los Países Bajos o Alemania como sus posibles lugares de nacimiento. Los registros dentales, que tan prometedores parecían en un principio, tampoco arrojaron claridad a lo que por entonces la prensa comenzaba a llamar The tree murder riddle (El enigma del asesinato del árbol).
El ambiente bélico de la época (plena Segunda Guerra Mundial) complicaba aún más la resolución del crimen. Las desapariciones y cambios de domicilio inesperados eran frecuentes, y los registros de denuncias de este tipo eran casi inabarcables.
Tras meses con el caso encerrado en un callejón sin salida, una inesperada pista vino a dar nueva luz a la investigación, a la vez que la enturbiaba más aún. Una mañana, la cercana ciudad de Birmingham se despertaba con una pintada aún fresca y bien visible para el que quisiera dejar volar la imaginación: Who put Bella down the wych elm - Hagley Wood (¿Quién puso a Bella dentro del olmo en Hagley Wood?). La pregunta resonó con fuerza por toda la ciudad dando pie a otras cuestiones ¿Alguien conocía la identidad de la mujer o solo estaba jugando con la policía?

Las pintadas, que parecían estar escritas por la misma mano, empezaron a surgir por toda la comarca de las Midlands. Aunque tenían variaciones, el nombre de Bella o Luebella era común a todas. Las siempre enigmáticas y cautivadoras artes oscuras pidieron su turno en el tablero de juego: en algunos de los graffitis se comenzó a cambiar la palabra wych (olmo) por witch (bruja).
No solo ese “error” tipográfico daba crédito a las teorías que relacionaban el misterioso asesinato con la brujería. La mano de Bella había sido encontrada a varios metros de su cuerpo y fácilmente se podría pensar en un intento de crear una Mano de Gloria. En 1945, la profesora Margaret Murray, famosa antropóloga del University College de Londres, fue la primera en relacionar el asesinato con la magia negra. Para ella la conexión era clara y Bella había sido asesinada por una grave afrenta contra alguno de los aquelarres del lugar. John Lund, biólogo forense que trabajó en el caso, apoya parcialmente la teoría de la profesora al asegurar que los rumores de aquelarres en la zona se remontan a los años cuarenta llegando incluso hasta nuestros días.
Si bien el incidente de la mano podría achacarse a la acción de animales salvajes ¿qué animal sería capaz de trepar hasta el hueco de un árbol a metro y medio del suelo solo para arrancar una mano que después ni siquiera se comería?
Añadiendo más leña al fuego de la brujería, en el folclore local está arraigada la idea de que, para atrapar el espíritu de una bruja, su cuerpo debe ser aprisionado en la cavidad de un árbol.
La magia negra tomó desde el principio la delantera en cuanto a preferencias del público, aunque pocas pruebas apoyen la teoría. Como apuntó Ronald Hatton, experto en paganismo y brujería, en declaraciones a la BBC: "si junto al cuerpo se hubieran encontrado objetos mágicos, el cadáver en alguna posición especial o un patrón de daños en los restos, podríamos hablar de algún culto, pero en realidad, nada de eso se ha encontrado".
Era ya 1953 cuando el diario local Express & Stars recibió una carta firmada por una tal Anna, de Claverly. En el texto se aseguraba que el misterio del asesinato jamás se resolvería puesto que la única persona que sabía la verdad estaba ya “bajo la jurisdicción de las cortes celestiales”, ya que supuestamente habría muerto de demencia en 1942. Anna dejaba claro en la misiva que el asunto estaba ya cerrado y que no involucraba “magia, brujas o rituales a la luz de la luna”. La autora de la carta confirmaba lo que la policía sospechaba desde un principio: la mujer era neerlandesa. Añadía además que había entrado de forma ilegal en Inglaterra aproximadamente en 1941. En su última frase, la misteriosa Anna afirmaba que “no quería recordar nada más” y se despedía para siempre.
Huelga decir que, aunque tanto los periodistas del Express & Stars como los propios policías intentaron conocer la identidad de Anna, la supuesta autora de la carta, jamás fue descubierta.
Con poco a lo que agarrarse en lo que se refiere a brujería, es momento de prestar atención a la teoría del espionaje y es que en 1953 surgió el rumor de que Bella sería en realidad la neerlandesa Clarabella Dronkers, supuestamente asesinada por un círculo de espionaje alemán compuesto de un oficial británico, un holandés y un artista musical, porque "sabía demasiado".
Una vez más los registros y pruebas disponibles no respaldan esta historia. Para enterrar aún más esta teoría, James Hayward, autor entre otros del libro “Mitos y leyendas de la 2ª Guerra Mundial” añadió en declaraciones a la BBC que “aunque había mujeres espías y esa zona de Inglaterra era ciertamente un lugar interesante para los agentes secretos, no parece haber ninguna evidencia que conecte al cuerpo del olmo con el espionaje. Además, es una manera extraña de deshacerse de un espía muerto".

Por si este caso no os parecía suficientemente oscuro e insólito, podemos añadir la conspiración a la lista. La muerte de Bella ha dado para investigaciones policiacas, periodísticas y obviamente novelescas. Y ahí es donde entra la escritora Joyce M. Coley autora del libro “Bella, un asesinato irresoluto”, que no tiene dudas en afirmar que tras este caso hay un claro encubrimiento, aunque en realidad no sabe por qué. Lo que si sabe es que “si pides información, si solicitas ver el esqueleto, si preguntas algo, te chocas contra una pared” según le dijo a la BBC en 2016.
La pared invisible de la que habla la escritora se hace evidente en la falta de archivos sobre un caso tan mediático, y es que ni en la oficina del Registro Nacional, ni en la Universidad de Birmingham hay archivos forenses, ni tan siquiera registros de haber recibido los restos de Bella.
Para finalizar este artículo debo romper un poco el ambiente de misterio que rodea al caso. Olvidándonos por un momento de brujas y espías, los más probable es que el caso tenga una explicación más mundana, igualmente trágica, pero menos exótica. El 7 de abril de 1944 un detective informó a su superior sobre la denuncia de una prostituta de Birmingham. Esta mujer, le contó sobre la desaparición hacía aproximadamente tres años de una compañera de profesión llamada Bella.
Tristemente, esta hipótesis, al igual que las demás, se ha diluido en el tiempo debido a la falta de pruebas. Por lo tanto, si alguien tiene una respuesta a la pregunta que aún hoy en día sigue apareciendo de tanto en tanto en el Wychbury Obelisk de Hagley, nosotros no la conocemos.
Y ahora es momento para vuestras respuestas ¿Quién puso a Bella en el olmo? Dejadme vuestros pensamientos e hipótesis en los comentarios.
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