Aquella fría y húmeda noche de invierno argentino del 16 de junio de 1985, el sanatorio Open Door, a unos 60 kilómetros de Buenos Aires, estaba aislado y engullido por la niebla y la oscuridad. La única iluminación de la inmensa finca, la proporcionaban las lámparas de mercurio que marcaban los quinientos metros de pasillo entre el pabellón 7 y la casa donde los médicos pasaban las noches de guardia.
Bajo aquellos focos caminaban la doctora Giubileo y uno de los pacientes del sanatorio, Miguel Cano. Los intercomunicadores, tanto internos como externos, no funcionaban, aislando aún más al sanatorio, por lo que Miguel había tenido que ir en busca de la doctora para atender una urgencia.
—Andá tranquilo. Yo voy a descansar un rato —se despidió Cecilia.
Pasada la medianoche, la doctora Giubileo se cruzó con un enfermero después de atender una urticaria gigante en el pabellón 7. Tras hablar un rato con él, tuvo un breve encontronazo con la supervisora Nélida Ojuez, pidió tres cigarrillos para acompañar la velada leyendo y se retiró a su habitación.
Empezaba a asomar el sol de una nueva mañana intentando disolver la perezosa niebla que aún cubría el lugar cuando los médicos del nuevo turno llegaban al sanatorio. Observaron extrañados el coche de la doctora Giubileo aún en el aparcamiento. Cuando llegaron a la casa médica, el único recuerdo de su presencia eran unos zapatos marrones. La cama estaba sin deshacer, su maletín médico había desaparecido, así como su cartera y un pequeño bolso que siempre iba con ella. Nadie volvería a ver jamás a la doctora Cecilia Giubileo.
La colonia Neuropsiquiátrica Open Door (cuyo nombre oficial es Colonia Nacional Dr. Manuel A. Montes de Oca), se fundó en 1915 por el Dr. Domingo Cabred con la intención de crear un sanatorio para aquellas personas que, necesitadas de un tratamiento, no tuvieran el dinero suficiente para costeárselo.
La finca donde se construyó el sanatorio, de unas 600 hectáreas, se localizó a propósito en una zona rural, en el pueblo de Torres, en Luján, alejado de la gran urbe bonaerense. El lugar, rodeado de bosques, lagos y una naturaleza bucólica, fue concebido como un terreno de espacios y puertas abiertas, para atenuar el dolor de las personas allí internadas…aunque como veremos más adelante, la práctica se alejó bastante de la teoría…
Por otro lado, la doctora Cecilia Enriqueta Giubileo, nació en 1946 en General Pinto, provincia de Buenos Aires. Cursó estudios de medicina en la Universidad Nacional de Córdoba, y fue allí donde tuvo sus primeros contactos con grupos estudiantiles de izquierdas como la Juventud Católica Argentina. En 1975 se casa y a los pocos meses se traslada a vivir a la ciudad asturiana de Gijón, pero tanto la aventura española como su matrimonio, fracasan. Es en 1974 cuando obtiene un puesto como doctora en la Colonia Open Door, se traslada a vivir a Luján y abre además un consultorio en la vecina ciudad de Torres. Es en esta ciudad donde mejor recuerdo se tiene de ella pues no duda un segundo en prestar sus servicios profesionales a toda persona que lo necesite aún a sabiendo que muchos no pueden pagarla.
Los hechos posteriormente inmediatos a la desaparición de la doctora Giubileo, torcieron la investigación antes si quiera de haberse puesto en marcha. Primero, la desaparición no se denunció inmediatamente y, además, pocas horas después del turno de la doctora, se hicieron reformas en la casa médica, se pintaron las paredes, se cambiaron los muebles de lugar y las pertenencias de Cecilia fueron retiradas, borrando algunas de las pruebas para siempre.
No fue hasta que pasaron dos días de la desaparición de Cecilia Giubileo, que una de sus amigas, Beatriz Ehlinger, no denunció los hechos ante la policía. La investigación quedó en manos del juez federal Dr. Héctor Heredia.
Casi de forma inmediata, la policía investigó concienzudamente al personal del sanatorio, sin embargo, no tenían muy claro si tomar declaración a los enfermos, pues su testimonio era dudoso cuanto menos.
El testimonio que si tomaron en cuenta los investigadores fue el de Miguel Cano, paciente de confianza de la doctora y junto al cual había atendido una urgencia la noche del suceso. Miguel declaró algo inquietante, pues afirmó haber visto dos coches desconocidos poco después de despedirse de la doctora. En uno de ellos se introdujo una camilla, pero esto no tenía nada de raro puesto que la propia Cecilia Giubileo había firmado esa noche el acta de defunción de una paciente y la funeraria había pasado a recoger el cadáver. El otro coche, un Ford Falcon gris con las lunas tintadas que dio varias vueltas por el lugar, que fue visto también por el conductor de la ambulancia y el camillero, y cuya entrada y salida del hospital no había sido registrada, era el que preocupaba a la policía.
Otros hechos ocurridos la noche de la desaparición de la doctora llamaron la atención de los investigadores y es que para ese turno estaban previstos tres médicos más, pero una de las médicas de guardia se marchó horas antes de que acabara su turno y los otros dos médicos no se habían presentado a trabajar.
La policía llegó incluso a desenterrar cinco tumbas del cementerio del sanatorio para ver si habían escondido allí los restos de la doctora, pero sus esfuerzos fueron en vano.
La familia de la doctora, por su parte, contrató al abogado Marcelo Parrilli para que investigara por su cuenta. Lo primero que llamó la atención del abogado fue la incongruencia de que el tanque de gasolina, que Cecilia había llenado esa noche antes de ir al trabajo, estaba vacío para cuando comenzó la investigación. Parrilli propuso drenar la inmensa ciénaga de la finca, puesto que era frecuente encontrar allí los cuerpos de algunos internos desaparecidos, pero su propuesta fue denegada pues se salía de presupuesto.
Todas estas investigaciones no parecían aclarar la desaparición de Cecilia Giubileo, pero estaban sacando a la luz los trapos más sucios de la Colonia Open Door. Se comenzó a hablar de tráfico de órganos, experimentos químicos y con drogas… A los ojos del público argentino quedó expuesto como la corrupción campaba a sus anchas por la finca. De los 1.200 pacientes que albergaba el sanatorio en la fecha, el 85% no había sido visitado por sus familiares en el último año. La desorganización, la desidia y la falta de control eran el pan de cada día en la colonia. La tasa de mortalidad del hospital era muy alta.
El director del sanatorio, Florencio Eliseo Sánchez (quien no solo no había denunciado la desaparición de Cecilia, si no que abrió un expediente a la doctora por abandono de la guardia) se intentó justificar alegando que muchos pacientes se escapaban y era difícil el control de los internos y sus fichas.
Finalmente se abrió un expediente contra todas estas irregularidades, a las que se añadían posibles casos de acoso sexual a las enfermeras primerizas, el hecho de que algunas pacientes habían quedado embarazadas, pero no se sabía nada de sus bebés y un largo etcétera.
El director del sanatorio, Eliseo Sánchez fue condenado y encarcelado a resultas de esta investigación y falleció en la cárcel tras haber publicado en 1992 el libro “El desnudo de la inocencia. La verdad sobre la Colonia Montes de Oca” en el que dedicaba un capítulo a la desaparición de Cecilia Giubileo, pero en el que callaba más de lo que revelaba.
Todo parecía apuntar a que Cecilia había indagado en temas que no debía conocer y había sido silenciada de la peor forma. La doctora, al igual que otros periodistas como Enrique Sdrech, había sido amenazados de muerte al investigar el sanatorio. Según declaró Beatriz Ehlinger, amiga de Cecilia, la doctora estaba recibiendo en las últimas semanas llamadas anónimas que la amenazaban de muerte: “Dejate de joder con la colonia o vas a ser boleta”.
Mientras continuaba la investigación, el apartamento de Cecilia, bajo custodia policial, fue asaltado por desconocidos que nadie supo que buscaban. Además, varios allegados y familiares de la doctora recibieron igualmente amenazas anónimas.
Para echar más leña al fuego de la teoría del tráfico de órganos, en 1993 la BBC emitió un documental dirigido por Bruce Harris, en el que se daba un repaso mundial sobre el tema. En el informe se dedicaban unos treinta minutos a hablar de las prácticas del sanatorio Open Door.
Pasados veinticinco años de los acontecimientos, Francisco Merino, un ex novio de Cecilia Giubileo, además de amigo y confidente, decidió romper su silencio recordando como ella le insistía en que “el trato a los enfermos era desastroso”. Francisco recordaba que la última vez que habló con ella, una semana antes de su desaparición, Cecilia le dijo que “habían empezado a perseguirla en la colonia porque pretendía denunciar algunas irregularidades”. Le habló también de que a los muchachos se les sacaban las córneas y luego los mataban en una caldera. La doctora hablaba además de órganos y estaba asustada.
Si bien los focos parecen apuntar claramente al tráfico de órganos, hay también voces con importancia en el caso, que no lo tienen tan claro. Es el caso por ejemplo de Julio Acedo, ex compañero de Cecilia y actual referente gremial de la Asociación de Trabajadores del Estado en Luján. Según él, esta hipótesis no tiene fundamento pues “para un óbito orgánico hacen falta un lugar personalizado, personal especializado y compatibilidad genética. En ningún pabellón de la Colonia se puede hacer ablación de órganos, pues serían para tirarlos a los chanchos”.
El abogado de la familia, Marcelo Parrilli, coincide en que “es estúpido hablar de tráfico de órganos ahí puesto que no había ni capacidad quirúrgica, ni higiénica en la Colonia”. Parrilli en cambio apunta en otra dirección y es que para él “lo más probable es que hubiera tráfico de personas. Tranquilamente podías llevarte a un tipo y sacarle los órganos a donde a vos se te ocurriera sin que nadie se enterase”.
Abandonemos ahora la que puede ser considerada la teoría principal, para investigar otras de las muchas que surgieron con el caso.
Como ocurre en todos los casos de desapariciones mediáticas, y este lo fue, desde el primer momento surgieron testimonios que aseguraban haber visto a la doctora Cecilia Giubileo en distintos lugares no solo de Argentina, si no del mundo. En relación a esto, en noviembre de 1985 apareció en la comisaría de Luján una cinta de casete en un sobre anónimo. En la cinta, de muy mala calidad, alguien, que aseguraba ser Cecilia, pedía que dejaran de buscarla puesto que estaba bien y rodeada de amigos. Se había ido de retiro espiritual al extranjero y jamás regresaría a Argentina. Los peritos analizaron la cinta a conciencia, pero fueron incapaces de determinar su autenticidad.
Otro de los móviles que se barajó para responder a los enigmas del caso fue el político, puesto que Cecilia Giubileo había sido activista de izquierdas, y sus dos ex cuñados forman parte de los miles de desaparecidos durante la dictadura militar argentina cuyo paradero investigó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), pero nunca se pudo encontrar una prueba sólida que vinculara la desaparición de la doctora con la política.
Se habló también de un secuestro con fines lucrativos, pero jamás se reclamó un rescate y los 3.000 $ que Cecilia tenía ahorrados, estaban intactos escondidos en su casa.
Seguro te estarás preguntando si a nadie se le ocurrió que alguno de los internos del sanatorio Open Door pudiera haberla matado, y lo cierto es que esa hipótesis fue estudiada y descartada porque resultaba difícil creer que cualquiera de los pacientes, debido a su alto grado de demencia, fueran capaces de cubrir las huellas de un asesinato, deshacerse del cadáver y guardar silencio durante tantos años.
El sanatorio Open Door, o Colonia Dr. Manuel Montes de Oca, sigue abierto y funciona con normalidad. Pocos son los que allí recuerdan a la doctora Cecilia Giubileo, cuya causa judicial se mantuvo de forma invariable como “averiguación de paradero” hasta que prescribió en el año 2.000 y fue archivada definitivamente. Sirva este artículo como homenaje a Cecilia, un caso que, probablemente, jamás sea esclarecido.
Ahora es momento de conocer tu opinión ¿Crees que Cecilia Giubileo descubrió algo que no debía y pagó con su vida? ¿Pudo alguno de los internos asesinarla y cubrir sus huellas de forma tan eficaz? Déjame tus pensamientos en la caja de comentarios.
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