Raffaella sube al autobús mientras se despide de Emanuela. Ambas llevaban un rato fuera de la escuela de música Tommaso Ludovico da Victoria, en pleno centro de Roma. Raffaella se había ofrecido a esperar junto a su amiga hasta que su hermana apareciera para acompañarla a un desfile de modelos en el que debía repartir folletos de Avon, pero a las 19:20 horas se dio por vencida y cogió el bus hacia su casa. Esa sería la última vez que Emanuela Orlandi sería vista. A partir de entonces, transcurrirían cuarenta años de investigaciones infructuosas, secretos y conspiraciones que solo dejarían tras de si una familia rota y muchas preguntas sin resolver.
Pero empecemos conociendo algo más sobre Emanuela. La chica, que contaba 15 años cuando desapareció el 22 de junio de 1983, es hija de Ercole Orlandi, quien fuera empleado del Palacio Apostólico, dentro de los límites del Vaticano. Emanuela Orlandi era por lo tanto ciudadana vaticana, lo cual tendrá un papel importante en todo este caso. La joven tenía dos hermanas y un hermano, que desde el primer momento y hasta la actualidad no se han dado por vencidos en saber la verdad de lo que pasó con Emanuela.

El día de la desaparición, Cristina, una de las hermanas de Emanuela empezó a preocuparse por el paradero de su hermana pequeña y a eso de las 19:30 salió a buscarla, sin éxito. Creyendo que se habrían cruzado por el camino volvió a su casa una hora más tarde, pero Emanuela tampoco estaba allí. La familia Orlandi pronto empezó a preocuparse pues ese no era el comportamiento habitual de una chica formal como ella. Comenzaron entonces una búsqueda que abarcó tanto la ciudad de Roma como el propio Vaticano, pero no fueron capaces de encontrar una sola pista que indicara el paradero de Emanuela. Esa misma noche, Ercole Orlandi, el padre, denunció su desaparición en la comisaría de Trevi, pero allí les contaron el viejo cuento que se usaba en la época en estos casos: era demasiado pronto para empezar a buscar. Esta vez añadieron que, puesto que se trataba de una ciudadana vaticana y no italiana, ellos no podían hacer nada.
A la mañana siguiente Ercole y su otra hija Natalina se presentaron en el Inspettorato Generale di Pubblica Sicurezza del Vaticano para denunciar la desaparición de Emanuela. En la denuncia adjuntaron las primeras pistas que habían podido conseguir: tanto el guardia de tránsito Alfredo Sambuco como el agente de policía Bruno Bosco habían visto el día anterior a una muchacha junto a un hombre que portaba “una bolsa publicitaria de Avon” al lado de un BMW verde en la calle Corso de Rinascimiento.
Cuando el caso salió a la luz poco después de interponer la denuncia, el periódico Il Tempo publicó un artículo con el número telefónico de la familia Orlandi, lo cual hizo que estos recibieran una ingente cantidad de llamadas, que como en otros muchos casos, no aportaron nada a la investigación. Transcurrido un mes desde la desaparición de Emanuela Orlandi, el 22 de julio de 1983, la familia dejó las comunicaciones telefónicas en manos del abogado Gennaro Egidio, que según Ercole, las había sido recomendado por el servicio secreto italiano, que colaboraba en la investigación.
Obviamente este caso pronto llamó la atención del pontífice del momento, el papa Juan Pablo II, quien haría la primera de muchas menciones públicas de Emanuela en el Ángelus del 3 de julio. En su discurso, el papa sugirió la posibilidad de un secuestro, señalando que no perdía “la esperanza en el sentido de la humanidad de los responsables de este caso”. Juan Pablo II se encontraría dos veces con la familia Orlandi: el 7 de julio les recibió en sus dependencias y el 24 de diciembre visitó su casa. Fue en esta última visita cuando, según Pietro, hermano de Emanuela, les aseguró que “el de Emanuela es un caso de terrorismo internacional”.
Este teoría que supuestamente señaló el papa, empezaría a coger fuerza el 5 de julio con una llamada anónima al Vaticano de un hombre con acento inglés, al que desde entonces la policía conocería como “El Americano”, en la que mencionaba a Pierluigi y a Mario, dos personas que no eran ajenas al caso pues ya se habían comunicado con los investigadores. “El Americano” identificó a ambos como miembros de su organización y por primera vez en la desaparición de Emanuela Orlandi, terminó su mensaje con una demanda: “El papa Wojtyla (Juan Pablo II) debe intervenir para lograr la liberación de Ali Agca antes del 20 de julio".
Por primera vez desde que se comenzó la investigación, aparecía el nombre de Mehmet Ali Agca, el terrorista de origen turco que el 13 de mayo de 1981 había atentado contra el papa Juan Pablo II, y no iba a ser la última vez que se escuchara.

La fecha del ultimátum dado por "El Americano" se acercaba y fue el propio Ali Agca el primero en pronunciarse sobre el asunto el 8 de julio, negándose a ser intercambiado por Emanuela Orlandi. Meses más tarde, el terrorista turco lanzó una serie de acusaciones contra los supuestos captores de la joven, que no servirían de nada en la investigación pues estaban repletos de contradicciones:
-El 30 de enero de 1985 Agca escribió una carta abierta pidiendo a los “secuestradores desconocidos” que “liberaran a Emanuella Orlandi sin condiciones previas”.
-El 13 de junio de 1985 declaró en una audiencia por el ataque al papa que Emanuela Orlandi era rehén de la logia masónica Propaganda Due.
-El 1 de julio culpó del secuestro a la organización nacionalista y neo fascista de origen turco Lobos Grises de la que él mismo era simpatizante.
Cuando llegó la supuesta fecha límite del 20 de julio se volvió a pedir el intercambio para liberar a Ali Agca, pero no hubo novedades sobre Emanuella ni tampoco se conocieron tentativas oficiales para liberar al terrorista turco.
Llegó diciembre y el abogado Egidio escribió a la Secretaría de Estado del Vaticano recordando que “hay posibilidades de que Emanuela Orlandi esté viva”. Pero el Vaticano, una vez más no movió un dedo.
En todos estos meses desde la desaparición de la joven, tanto el Vaticano, como distintos investigadores, el propio abogado Egidio, diferentes periódicos y la agencia de noticias italiana ANSA, habían estado recibiendo comunicaciones anónimas de “El Americano” (unas dieciséis llamadas de teléfono) y otras personas supuestamente relacionadas con él y otros grupos terroristas. Además, se recibieron notas, supuestas pruebas físicas como el carnet de la escuela de música de Emanuela y dos grabaciones con la presunta voz de la chica.
La teoría del terrorismo internacional poco a poco se fue diluyendo en favor de otras cuyo eco perduraría hasta nuestros días.
Una de las hipótesis que más fuerza tienen es la que implica al crimen organizado. Todo comenzó el 11 de julio de 2005 cuando una llamada anónima al programa de televisión “Chi l´ha visto” aseguró que para resolver el caso Orlandi primero se debía descubrir quién estaba enterrado en la cripta de la Basílica de Sant'Apollinare, situada a pocos metros de donde desapareció Emanuela. La posterior investigación reveló que la cripta contenía la tumba de Enrico De Pedis, líder de la organización mafiosa Banda della Magliana.

Tras el shock inicial, la pregunta a responder era ¿Qué hacía un capo de la mafia romana enterrado en una basílica del Vaticano? La respuesta una vez más la dio la llamada anónima: se debía investigar “el favor que De Pedis le hizo al Cardenal Paletti”. Este favor estaría de alguna manera relacionado con la desaparición de Emanuela Orlandi.
En 2006 el programa “Chi l´ha visto” contactó con Sabrina Minardi, amante del propio De Pedis, con el fin de obtener información nueva sobre el caso Orlandi. En el programa, Minardi acusó a su amante de organizar el secuestro. Confesó además su implicación en el caso pues fue ella misma quien se encargó de esconder a Emanuela, aún con vida pero drogada, en su apartamento de Torvaianica durante varios días. Después, todo según el testimonio de Minardi, la chica fue trasladada a otro apartamento en Roma.
Fue en 2009 cuando Sabrina Minardi fue llamada a declarar ante la fiscalía de Roma. Allí confesó ser la encargada por De Pedis de introducir a la joven en su automóvil y llevarla a la gasolinera del Vaticano donde la niña fue entregada a un hombre vestido de sacerdote.
La teoría del crimen organizado empezaba a salpicar de lleno al Vaticano...
Gracias a las declaraciones de Minardi, la policía pudo encontrar la casa con sótano donde fue supuestamente encerrada Emanuela. También localizaron el BMW presuntamente usado en el secuestro, en un parking subterráneo de Villa Borghese, en Roma.
A pesar de todas sus revelaciones, la credibilidad de Sabrina Minardi siempre ha sido puesta en duda como consecuencia de la naturaleza cambiante y contradictoria de su relato, así como por su historial de problemas con las drogas. Cuando su primer testimonio se filtró a la prensa en 2008, comenzó a cambiar su historia, así como la secuencia de los hechos e implicando a personas que habían fallecido dos años antes de la desaparición de Emanuela Orlandi. Minardi llegó a cambiar el paradero de la chica en varias ocasiones, lo que llevó a las autoridades italianas a dudar de su testimonio.
La implicación del crimen organizado tiene dos vertientes, una de ellas la resume a la perfección la periodista Raffaella Notariale , coautora del libro “Secreto criminal, la verdadera historia de la Banda de la Magliana”. Según Raffaella “muy probablemente De Pedis intervino en la negociación abierta entre las cúpulas del Vaticano y la Cosa Nostra para restituir el dinero que la mafia había entregado al Banco Ambrosiano del Vaticano” y que supuestamente el papa Juan Pablo II había desviado para financiar al Sindicato Solidaridad en su lucha contra el comunismo en Polonia.
En 2012 por fin el Ministerio del Interior italiano confirmó que fue el cardenal Poletti, en su momento presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y cardenal vicario de la diócesis de Roma, quien había dado el permiso para que el capo De Pedis fuera enterrado en la basílica. ¿Quizás fuera a él a quien se entregó a Emanuela en aquella gasolinera del Vaticano?
Las sospechas de que además de por un tema meramente económico, Emanuela Orlandi fuera secuestrada por alguna razón de índole sexual siempre han estado ahí, como confirmó el propio hermano de la chica, Pietro Orlandi, en 2023 cuando aseguró que era probable que tanto De Pedis como la Banda della Magliana hubieran secuestrado a su hermana por iniciativa propia o por chantaje financiero, pero que más probablemente De Pedis desempeñara un papel de “trabajador” para alguien dentro del Vaticano.

Ya en 2012 se comenzó a sospechar seriamente sobre un móvil sexual tras el secuestro de la chica de 15 años y fue el célebre exorcista del Vaticano, Gabriele Amorth quien en su libro autobiográfico abrió la veda al afirmar que: “se organizaban fiestas en las cuales estaba involucrado un gendarme de la Santa Sede. Creo que Emanuela fue víctima de esto”. Sostuvo además la sospecha de que “se trató de un caso de explotación sexual con el consiguiente homicidio y ocultación del cadáver”.
Ahondando aún más en esta teoría, el documental de 2022 “Vatican Girl: The Dissapearence of Emanuela Orlandi”, de Mark Lewis, muestra una entrevista con una amiga de la chica desaparecida quien asegura que Emanuela le confió haber sido “molestada” sexualmente en el Vaticano por “alguien cercano al papa”.
En diciembre del mismo año el periodista italiano Alessandro Ambrosini publicó una grabación exclusiva obtenida en 2009 de su entrevista con Marcello Neroni, hombre afiliado a De Pedis y a la Banda della Magliana. En la grabación Neroni insinúa que Emanuela fue secuestrada por De Pedis a petición de alguien dentro del Vaticano para encubrir un escándalo sexual que involucraba a figuras importantes de la iglesia católica. Tras estas declaraciones, la policía comenzó la búsqueda de Neroni, aún sin éxito, pues está en paradero desconocido desde la entrevista, aunque se sospecha que actualmente tendría más de 80 años y sufriría de demencia.
Tanto el propio Alessandro Ambrosini como otro periodista especializado en la desaparición de Emanuela Orlandi, Giovanni Floris, ponen en duda la credibilidad de Neroni y es que tales criminales a menudo tratan de “hacerse más grandes de lo que realmente son”.
Como en muchos otros casos de desapariciones sin resolver son muchas las especulaciones y pocas las certezas.
Si bien Ercole Orlandi, padre de Emanuela, falleció en 2004, su familia, en especial su hermano Pietro, sigue luchando sin descanso para alguna vez encontrar la verdad de lo que ocurrió con la chica. Fue esta lucha la que consiguió reabrir el caso en 2017, tras haber sido cerrado un año antes, a raíz de la publicación del libro “Gli Impostori” de Emiliano Fittipaldi. En esta obra sale a la luz una de esas teorías increíbles que rodea este caso. Según Fittipaldi existe un documento del Vaticano en el que se detalla el pago de 483 millones de liras para “mantener alejada de su domicilio a la ciudadana Emanuela Orlandi”, presuntamente en Londres. El autor revela que ese documento le fue entregado por un contacto de la Santa Sede y en el se detallan los gastos que habría acarreado Emanuela entre el 83-89. La redacción del documento es adjudicada al jefe de la Administración del Patrimonio Vaticano, Lorenzo Antonelli. Este, obviamente, negó todo lo afirmado por el libro. La declaración oficial de la Secretaría de Estado vaticana fue “las noticias contenidas en el texto son falsas y sin fundamento alguno”.
En 2019, otra de esas hipótesis rocambolescas se puso en marcha cuando Laura Sgró, abogada de la familia Orlandi recibió una carta anónima con la foto de una estatua del Cementerio Teutónico del Vaticano acompañada de un texto en el que se podía leer: “busque donde indica el ángel”. A raíz de esto, la Santa Sede autorizó la apertura de dos tumbas, las de las princesas Sofia de Hohenlohe-Waldenburg-Bartenstein y la de Carlota Federica de Mecklemburgo-Schwerin. Tras tanto misterio, llegó la decepción, pues allí no había nada que ayudara a la resolución de la desaparición de Emanuela Orlandi, no obstante, se abrió otro enigma que se aleja del caso, pues ambas tumbas estaban vacías.

Pietro Orlandi siempre ha mantenido firme su idea de que el Vaticano sabe más de lo que dice y su encuentro con el actual papa Francisco en la parroquia de Sant'Anna pareció darle la razón pues según él, le dirigió estas palabras: “Emanuela está en el cielo”. Pietro sostuvo después: “Yo pensé: el papa Francisco sabe algo” y aseguró haber intentado reunirse de nuevo con él, sin éxito.
A Pietro parece darle la razón lo ocurrido en 2021, año en el que el magistrado de Roma, Giancarlo Capaldo, reveló que durante 2012, en el marco de una de las reaperturas del caso Orlandi, se llevó a cabo una negociación secreta entre él mismo y Domenico Giani, por entonces inspector general de la Gendarmería de la ciudad del Vaticano, y su adjunto, Costanzo Alessandrini. Los dos hombres habían sido enviados por la Santa Sede para pedir a Capaldo que retirara la tumba del capo mafioso De Pedis de la basílica de Sant'Apollinare, puesto que era una “gran vergüenza para el Vaticano albergar la tumba de un criminal, especialmente tras el aumento del rechazo público”.
Capaldo aceptó el pedido, pero a cambio pidió la colaboración vaticana en el caso Orlandi. Los emisarios aceptaron el trato y propusieron entregar documentos con nombres de personas involucradas. Capaldo entones exigió que, además de los documentos, se le entregara a la mismísima Emanuela Orlandi, viva o muerta.
Transcurrieron dos semanas de dudas hasta que los emisarios vaticanos aceptaron las exigencias de Capaldi, pero subieron la apuesta: tanto a la familia Orlandi como a los medios de comunicación había que venderles una historia que absolviera al Vaticano de toda responsabilidad. Sin embargo, tras toda esta negociación, no se llevó a cabo ninguna acción firme, razón por la cual el 2 de abril de 2012 Capaldo acusó en una declaración pública al Vaticano de conocer la verdad sobre el caso y que hasta que no contaran lo que sabían no movería la tumba de De Pedis de su lugar.

Estas declaraciones, no obstante, le costaron caras a Capaldi, que al día siguiente fue destituido y reemplazado por Giuseppe Pignatone, quien negó la declaración de Capaldi y ordenó sin dilación retirar la tumba.
Como aseguran tanto Capaldi como la familia Orlandi esta negociación frustrada expone la implicación del Vaticano en la desaparición de la joven.
En 2023 el caso ha vuelto a saltar a las primeras páginas de periódicos y noticieros de toda Italia y parte de Europa, pero echemos un momento la vista atrás para recordar un nombre relacionado con este caso, que suele ser olvidado por casi todos: Mirella Gregori. Esta chica, también romana y también de 15 años, desapareció sin dejar rastro cuarenta y cinco días entes que Emanuela Orlandi. Si bien jamás se han encontrado pistas ni indicios de que estas dos desapariciones estuvieran relacionadas, pues las jóvenes ni siquiera se conocían, de nuevo entra en escena un viejo conocido del caso: Mehmet Ali Agca, quien en una entrevista con Pietro Orlandi en 2010 aseguró que las desapariciones de las dos niñas y la de un periodista soviético estaban relacionadas.

Para varios investigadores ambas desapariciones estarían relacionadas con los abusos sexuales a niños en la iglesia católica que salieron a la luz en Boston entre 2001 y 2003, escándalo que implicó al cardenal Bernard Francis Law.
La relación entre ambas desapariciones saltó de nuevo a la palestra en 2013 cuando el fotógrafo Marco Accetti se auto inculpó de haber secuestrado tanto a Emanuela como a Mirella, así como a otra joven cuya desaparición sigue sin resolver: Alessia Rosati. Accetti llegó a entregar a la justicia una flauta que la familia Orlandi llegó a reconocer como perteneciente a Emanuela, pero en ella no se encontraron restos de ADN. Finalmente el testimonio de Acetti fue descartado por la fiscalía, y absuelto en 2015. Incluso el propio Pietro Orlandi, en una entrevista televisiva junto a Accetti, sostuvo que su testimonio no era creíble.
Llegamos por lo tanto a 2023, año en el que se cumple el 40 aniversario de la desaparición de Emanuela Orlandi. Esta efeméride sirvió como excusa para que el 15 de mayo la fiscalía de Roma reabriera por tercera el caso. La novedad esta vez vino por parte del papa Francisco, quien el 25 de junio, durante el Ángelus, recordó el aniversario de la desaparición “expresando cercanía a la familia, en especial a la madre” extendiendo luego la oración a todas las personas desaparecidas. Esta era la primera vez desde 1983 que un papa mencionaba públicamente a Emanuela. La familia por su parte tomó el mensaje del pontífice de manera positiva pues parecía un paso firme hacia la transparencia vaticana que tanto anhelan.
El papa Francisco no solo tuvo palabras vacías para la familia, sino que además instó al Vaticano a abrir una investigación del caso por primera vez desde que Emanuela desapareció.
Las buenas noticias parecían continuar para la familia Orlandi cuando el 27 de junio se aprobaba por unanimidad una comisión parlamentaria que se encargaría de intentar esclarecer de una vez por todas qué había ocurrido con Emanuela aquella aciaga tarde de junio.
La euforia familiar no duró mucho, puesto que en julio de 2023 el Vaticano contraatacó de forma inesperada haciendo blanco en los propios Orlandi, pues su investigación presenta como principal sospechoso a Mario Meneguzzi, quien estaba casado con la tía materna de Emanuela Orlandi. Según el informe entregado al fiscal de la ciudad de Roma, el tío acosó sexualmente a Natalina, una de las hermanas de Emanuela, de entonces 21 años. Estos hechos se produjeron aproximadamente en la época en la que desapareció Emanuela, lo que sugiere que ella también pudo ser abusada.
La reacción de la familia a la publicación de este informe no se hizo esperar, y llegó en primera instancia con las palabras de Pietro: “Mis esperanzas de escuchar buenas noticias se han desvanecido”, escribió. “Por cierto, mi tío estaba a 200 kilómetros de vacaciones con su familia cuando mi padre le llamó por teléfono y vino directamente a Roma, cosas que la fiscalía sabía muy bien pues todo estaba en los documentos de hace cuarenta años”.
El tío, estuvo involucrado con la familia de su mujer desde el comienzo del caso, pues fue el primero en encargarse de las llamadas que les llegaban antes de que el servicio secreto se hiciera cargo de la tarea.
El temor que alberga ahora la familia Orlandi es que el informe no incluya nuevas pistas que esperaban siguiera el fiscal de Roma y la investigación se acabe alejando de la implicación vaticana.
En una conferencia de prensa conjunta que la familia convocó para mostrar sus pensamientos sobre el informe del Vaticano, la propia Natalina Orlandi admitió que su tío había “intentado” acercarse a ella durante un mes aproximadamente, pero ella se negó. “Entones todo terminó y nunca miramos atrás”. Además, Natalina añadió que tras este incidente mantenía buenas relaciones con su tío, fallecido hace una década, con su esposa y sus hijos. Aunque obviamente admite tener una “mala” opinión de él, excluye la posibilidad de que estuviera implicado en la desaparición de su hermana.

La abogada de la familia Orlandi, Laura Sgrò, confirmó en esa misma conferencia de prensa las palabras de Pietro: “el poder judicial italiano ya se había ocupado de este asunto a principios de los 80 sin llegar a ningún resultado” y añadió: “espero que estos no sean los únicos documentos “nuevos” que el fiscal del Vaticano ha enviado a Roma”.
Estas palabras de la abogada se refieren directamente a las que pronunció Alessandro Diddi, promotor de justicia del Vaticano, al entregar el expediente a la policía de Roma: “hemos encontrado algunas pistas de investigación que merecen una mayor consideración”. No queda claro si la pista del tío era lo único a lo que se refería o si aún hay algo más por descubrir.
Una pregunta lanzada por Pietro en la conferencia de prensa resume a la perfección el sentimiento de la familia Orlandi tras conocer el informe: “¿Por qué centrarse en nuestro tío cuando su caso se cerró hace cuarenta años?”.
La polémica viene de lejos, más concretamente desde abril de 2023, cuando Pietro Orlandi, firme creyente de la hipótesis que implica directamente al Vaticano en la desaparición de su hermana, fue llamado a declarar por el fiscal Diddi ha comienzo de la investigación. Esa misma noche desató una tormenta mediática tras declarar a un programa de televisión: “Me han contado que Wojtyla (Juan Pablo II) cada cierto tiempo salía con dos monseñores polacos de noche y claramente no iba a bendecir casas”. Por primera vez desde la desaparición alguien implicaba públicamente en el caso a Juan Pablo II.
Pese a estas malas noticias, la familia Orlandi aún tiene esperanzas en que sus presiones ayuden a que la comisión parlamentaria permita acceder a las investigaciones del servicio secreto italiano que de momento permanecen selladas.
Esperando conocer nuevas noticias que ayuden a resolver la desaparición de Emanuela Orlandi, es momento de conocer tu opinión sobre el caso ¿Crees que el Vaticano está directamente involucrado? ¿Compartes la esperanza de que alguna ves sepamos algo nuevo sobre Emanuela?
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