Tras el estrepito y los gritos desesperados, el silencio volvió a apoderarse de la orilla del lago. Mientras se desvanecÃa en la oscuridad de la inconsciencia, Nils Gustafsson atisbó por última vez la silueta de su agresor alejándose satisfecho. Su mente solo acertaba a preguntarse ¿por qué a nosotros?
Ajeno a lo que habÃa ocurrido allà unas horas antes Esko Oiva Johansson paseaba por la orilla del lago con la mente puesta en sus últimos trabajos de carpinterÃa, cuando se topó con el horror: cerca de la orilla, dos tiendas de campaña yacÃan destrozadas y ensangrentadas, a su lado y parcialmente cubiertos por ellas, cuatro jóvenes cadáveres. Esko se acercó sumido en la más profunda estupefacción. Su sorpresa fue aún mayor cuando se percató de que uno de los chicos aún luchaba contra la guadaña de la muerte.
Cuando la policÃa hizo acto de presencia, no podÃan dar crédito al espectáculo de caos y sangre que se exhibÃa ante sus ojos. El 5 de junio de 1960, la tranquila orilla del lago Bodom, a unos 22 kilómetros al oeste de Helsinki, se habÃa convertido en el escenario de lo que con el tiempo serÃa considerado uno de los crÃmenes más famosos de la historia de Finlandia.
Mientras Nils Wilhelm Gustafsson de 18 años y único superviviente va camino del hospital, los investigadores identifican a las demás vÃctimas: Maila Irmeli Björklund de 15 años y novia de Nils, está desnuda de cintura para abajo y presenta numerosas puñaladas, el asesino se cebó especialmente con ella; aún dentro de su tienda y también apuñalados repetidas veces yacen los cadáveres de la otra pareja, Anja Tuulikki Mäki también de 15 años y Seppo Antero Boisman de 18.
El escenario del crimen es invadido por los investigadores, que patean la orilla del lago con escaso éxito. La zona del crimen no es acordonada y muchas pruebas se perderán para siempre. Entre ellas las más importantes: las armas del crimen. Los cadáveres presentan heridas de arma blanca y de un objeto romo. El asesino cortó las cuerdas de las tiendas, y en el caos de gritos y esfuerzos por defenderse, apuñaló a los adolescentes hasta la muerte. Solo uno de los cadáveres presenta heridas post mortem: Maila Irmeli, la novia de Nils.
Si lo que encuentran los policÃas es desconcertante, no lo es menos lo que no encuentran. El asesino se ha llevado consigo objetos que parecen aleatorios: las llaves de las motos de Nils y Seppo, pero no las motos; la chaqueta de cuero de Seppo y las carteras de todos ellos. ¿Un robo que salió mal? Uno de los zapatos de Nils se encuentra escondido en unos matorrales a quinientos metros del campamento. Demasiadas preguntas, muy pocas pruebas, un solo testigo.
Nils Gustafsson recupera finalmente la consciencia. Sufre una conmoción cerebral y fracturas en la mandÃbula y varios huesos de la cara, pero ha sobrevivido al peor dÃa de su vida. El pobre muchacho cree haber superado su peor pesadilla, pero cuando la muerte golpea y esquivas el golpe, se cobrará su venganza de una forma o de otra…
Los policÃas, aferrándose a su único testigo, someten a Nils a todo tipo de preguntas. Recurren incluso a la hipnosis. Gracias a ello, el chico ve entre las brumas de su ensoñación a un hombre alto y rubio con ropas negras y rojas avanzar hacia ellos en la semioscuridad de la noche. El maltrecho cerebro de Nils no es capaz de recordar mucho más y los investigadores se ven sumergidos en unas aguas más profundas que las del propio lago Bodom.
Tras años de frustraciones y callejones sin salida, comienzan a emerger nombres de sospechosos:
Pentti Soininen
Su compañero de celda le miraba sin creerse del todo lo que acababa de salir de su boca. Soininen solÃa ser muy crÃptico en sus afirmaciones, la mayorÃa de las veces apenas comprendÃa lo que le decÃa.
-Yo maté a los chicos del lago Bodom- volvió a repetir Soininen muy serio.
El otro preso trago saliva y miró a los ojos de aquel hombre de mantenimiento que salÃa y entraba de la cárcel sin apenas tiempo de saborear la libertad. En las tinieblas de la celda, su rostro era apenas visible, pero Soininen parecÃa sobrio y sincero. Mañana se lo dirÃa al primer guardia que encontrara.
La policÃa le interrogó a la mañana siguiente y Soininen volvió a repetir lo mismo que le habÃa contado a su compañero. En la época de los crÃmenes él tenÃa 15 años y vivÃa cerca del lago. Su confesión, sin embargo, no entusiasmo demasiado a los investigadores. Su estado mental estaba bastante deteriorado. El consumo de drogas y alcohol tampoco ayudaba. Su largo historial incluÃa robos, asaltos y atracos, pero ¿serÃa capaz también de asesinar a tres adolescentes y dejar a otro malherido? La policÃa concluyó que no.
Soininen continuó encerrado, para alivió del resto de la población. Su conciencia le martilleaba con la culpa y su mente ya no sabÃa distinguir entre verdad y simple alucinación. Para él, esta situación solo tenÃa una salida…
Para cuando llegó el viernes 6 de junio de 1969, Soininen tenÃa todo preparado. Se cumplÃa el noveno aniversario de los asesinatos del lago Bodom y no habÃa mejor fecha para culminar su plan. Cuando la comitiva de presos que le trasladaba a otra cárcel se detuvo en la estación de transporte de prisioneros de Toijala, Soininen sabÃa que esa era su última parada. Cuando por fin le dejaron solo, sacó la soga casera que habÃa fabricado y tras sujetarla firmemente en las rejas, la enrolló alrededor de su cuello. Mientras sentÃa cada fibra de ella apretando su garganta vislumbró a duras penas unas imágenes que no tenÃa claro ya si eran verdad o producto de su maltrecha mente. Se vio a si mismo hundiendo el cuchillo en la carne de Maila, Anja, Seppo y Nils. Sangre, golpes y gritos. Poco después silencio y oscuridad.
Valdemar Gyllström
El largo trago de licor calentó sus entrañas y le envalentonó. Alguien debÃa enseñar a esos malditos campistas que el lago no era suyo. Gyllström escogió las piedras más grandes que pudo encontrar y con sigilo se acercó a las tres tiendas azules que habÃa cerca de la orilla. Encolerizado lanzó los pedruscos hacia su objetivo y salió disparado de allÃ. Los años de alcoholismo crónico no ayudaban a su estado de forma, pero consiguió huir sin ser visto. Solo habÃa sido una advertencia, pero todos en los alrededores sabÃan de su temperamento.
Tirar rocas a los campistas estaba bien, pero nada podÃa compararse al terror que causaba cuando en plena noche se acercaba a los campamentos y cortaba las cuerdas de las tiendas de campaña. La confusión y los gritos de los jóvenes a los que asustaba le hacÃan doblarse de risa. Gyllström sabÃa que los campistas del lago Bodom eran lo que sustentaba el quiosco que regentaba, pero su odio hacÃa ellos era visceral, nacÃa de sus entrañas y se avivaba con el alcohol que regaba sus venas.
Esa noche tocaba cena con sus vecinos. Valdemar Gyllström era consciente de que todos en la zona le consideraban un demente y muchos le temÃan, incluida su esposa, pero, para variar, estaba bien beber acompañado. Bien entrada la noche y en un arrebato inesperado Gyllström confesó iracundo:
-¡Yo les maté! ¡Yo acuchillé y golpeé a esos niños a orillas del lago! ¡Y volverÃa a hacerlo sin dudarlo! Alguien tiene que deshacerse de esos desgraciados.
Su voz resbalaba por el alcohol, pero sus vecinos le creÃan muy capaz de hacerlo. Algunos incluso le habÃan visto venir del lago la noche del crimen, aunque jamás se lo habÃan dicho a la policÃa. Estaban aterrados. Sonrisas nerviosas se dibujaron en sus caras, mientras su esposa se llevaba el vaso a los labios en silencio.
Esta confesión llegó a oÃdos de los investigadores, que registraron la casa de Gyllström sin éxito. El Hombre del Quiosco, como era conocido en los alrededores, no se inmutó, tenÃa claro que nadie jamás irÃa a registrar el pozo que poco después del crimen habÃa cegado con cemento en el patio de su casa. Gyllström tenÃa además una coartada solida pues su esposa confirmó haber pasado la noche en la cama junto a él.
Dos asesinos confesos de los asesinatos del lago Bodom. Dos personas mentalmente inestables y con problemas de alcoholismo. Ninguna prueba en su contra. La investigación estaba en punto muerto.
Para cuando llegó 1969 la mente de Valdemar Gyllström era un caos. Su alcoholismo no habÃa remitido y su ira tampoco. Cierto dÃa el Hombre del Quiosco se internó en las frÃas aguas del lago Bodom. Poco a poco fue sintiendo el lÃquido empapando sus ropas. La suave brisa ondulaba lentamente la superficie del lago. Para cuando empezó a hundir su cabeza Gyllström tenÃa la mente en blanco, era como si la pelÃcula de su vida se negara a reproducirse. Una vez sumergido por completo sus ojos se perdieron en la oscuridad verdosa del lago. Se dejó llevar hasta el fondo sin ofrecer resistencia. En la superficie, unas diminutas pompas de aire anunciaban el cuerpo que se sumergÃa. Poco después la calma regresó al lago. Nunca nadie sabrá si,sobrio o ebrio, Valdemar Gyllström habÃa acabado con su vida.
Años después, en su lecho de muerte, la Sra. Gyllström confesó la verdad: su marido habÃa pasado la noche de los crÃmenes fuera de casa…
Hans Assmann
Era una mañana tranquila la del 6 de junio de 1960 en el Hospital Quirúrgico de Helsinki. Nadie sabÃa nada sobre lo que habÃa ocurrido de madrugada en el lago Bodom. Todo cambiarÃa, sin embargo, cuando un hombre alto y rubio entró por la puerta. Estaba visiblemente alterado y sus ropas cubiertas por manchas rojizas. Las enfermeras intentaron calmarle sin éxito, exigÃa ser atendido de inmediato. Fingió perder la consciencia en varias ocasiones hasta que por fin fue reconocido por un médico. Una revisión a fondo reveló que no tenÃa enfermedad alguna, pero destapó evidencias que hicieron sospechar al doctor. Además de las manchas rojas y su comportamiento irracional, el sujeto tenÃa las uñas manchadas de tierra.
Alertados por el médico, los policÃas se personaron en el hospital. Teniendo en cuenta que ya estaban enterados del descubrimiento de los cadáveres, esta podÃa ser una pista crucial en la investigación. Una vez allÃ, los investigadores descubrieron que Hans Assmann habÃa mentido sobre su identidad, actuado de forma sospechosa y errática y que además parecÃa estar cubierto de restos biológicos. Aun asÃ, tras comprobar su coartada y verificar que vivÃa lejos del lago Bodom, le dejaron ir sin mayor oposición, a pesar de las protestas del médico que aseguraba que aquella sustancia roja que cubrÃa sus ropas era sangre.
Tiempo después del incidente en el hospital, Assmann se enteró por la prensa de que unos chicos que observaban aves en el lago Bodom la madrugada del asesinato, habÃan visto salir de los matorrales cercanos a la orilla a un hombre alto y rubio, lo que confirmaba lo dicho por el único superviviente Nils Gustafsson. Assmann no se lo pensó dos veces antes de afeitarse su pelo rubio para alejar las sospechas de su persona.
A pesar del poco interés que la policÃa ha mostrado siempre por él, Hans Assmann es considerado como uno de los principales sospechosos de los asesinatos del lago Bodom. Este autoproclamado agente del KGB soviético e integrante del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial, ha sido acusado por varios investigadores como el médico Jorma Palo y el ex detective inspector jefe Matti Paloaro, no solo de asesinar a los tres adolescentes del lago, si no de otros crÃmenes no resueltos en Finlandia, como el asesinato de Kyllikki Saari en Isojoki y el asesinato doble en Tulilahti.
Nils Gustafsson
Tuvieron que pasar cuarenta y cuatro años para que la policÃa hiciera el primer arresto relacionado con los asesinatos del lago Bodom. Mucho tiempo habÃa transcurrido, pero Finlandia no habÃa olvidado que el asesino de aquellos adolescentes podÃa seguir suelto impunemente. Todo esto pesaba en las mentes de los policÃas que en marzo de 2004 esperaban órdenes frente a la casa de Nils Gustafsson. TenÃan claro que lo que estaba a punto de ocurrir sacudirÃa la nación.
Ajeno a esto, el Sr. Gustafsson disfrutaba de su jubilación, tras una vida al volante de un autobús. Después de años de esfuerzo y gracias al apoyo de su esposa y sus dos hijos, parecÃa haber dejado atrás la funesta noche en la que habÃa luchado por su vida mientras veÃa morir a Maila, Anja y Seppo. Pero cuando los agentes entraron en su casa para arrestarle, la pesadilla volvió nÃtida a su mente.
En un giro que desconcertó a la opinión pública, la fiscalÃa acusaba a Nils del asesinato de sus tres compañeros. La policÃa declaró haber estado detrás de Gustafsson desde el principio, pero necesitaban pruebas que le incriminaran de forma directa. Esas pruebas fueron reveladas en el juicio, que comenzó el 4 de agosto de 2005, y provenÃan del ADN encontrado en el zapato de Nils, o para ser exactos, del ADN que no encontraron en el zapato. Puesto que no se habÃan hallado rastros de la sangre del dueño del zapato, pero sà de todas las demás vÃctimas, la policÃa deducÃa que Gustafsson habÃa acuchillado a sus compañeros de acampada hasta la muerte.
Según la acusación, Gustafsson se habrÃa emborrachado y llevado por los celos comenzó una discusión con su novia Maila Irmeli. En un momento dado, Seppo Boisman se habrÃa metido en la disputa, lo que derivó en una pelea entre los dos chicos. A resultas de este enfrentamiento, que Boisman habrÃa ganado, Gustafsson acabó con su mandÃbula fracturada y otros huesos de la cara rotos. Cegado por la ira, los celos y el alcohol, Nils habrÃa acuchillado a los demás, ensañándose especialmente con el cuerpo sin vida de su novia. Después se habrÃa auto asestado unas cuantas puñaladas para parecer otra de las vÃctimas y habrÃa escondido sus zapatos y el resto de evidencias como pudo.
La defensa por su parte argumentó que debido a las graves heridas que presentaba Gustafsson cuando fue encontrado le hubiera sido imposible atacar a sus compañeros y mucho menos andar la distancia necesaria para esconder su zapato y hacer desaparecer el resto de evidencias. Además, los chicos que observaban aves en otra parte del lago Bodom dijeron haber visto a una persona abandonar la escena del crimen.
Aunque la acusación pedÃa cadena perpetua para Nils Gustafsson, el dÃa 7 de octubre de 2005 fue liberado de todos los cargos. Por si fuera poco, el estado finlandés debió pagarle 44.900€ por los daños psicológicos a causa del largo tiempo de detención.
Si bien fue declarado inocente, las sospechas sobre su nombre jamás desaparecerán…
El caso aún sigue abierto, aunque nadie confÃa en que se resuelva jamás. El misterio permanecerá oculto para siempre en las brumas del tiempo y solo las aguas del lago sabrán quien fue en realidad el ejecutor de los asesinatos del lago Bodom.
¿Quién es para ti el más culpable entre los sospechosos? ¿Crees que el asesino está entre los nombres que barajó la policÃa o será alguien más? Déjame tus opiniones al respecto del caso en los comentarios.